¿Cómo sé si mi hijo tiene epilepsia?

La epilepsia es una enfermedad que incluye eventos o crisis con y sin movimiento. El término comúnmente utilizado para referirse a los movimientos tipo sacudida es convulsión. En las crisis de epilepsia sin movimiento el cuerpo del niño puede tener una postura rígida (tónica) o flácida (atónica).

Es importante señalar que también existen padecimientos en los cuales hay movimientos involuntarios llamados trastornos paroxísticos no epilépticos (TPNE),  que no son epilepsia y  pueden ser: tics motores o vocales, movimientos repetitivos sin propósito (aleteo, correr en círculos, balancearse mientras uno está sentado, etc), espasmo del sollozo, desvanecimiento, terror nocturno, sonambulismo, autosatisfacción, etc.

Los TPNE son más frecuentes que la epilepsia, ocurren en 10 de cada 100 niños. No requieren tratamiento con medicamentos. El tratamiento es básicamente conductual, apoyo psicológico. La mayoría desaparecen con la edad y la maduración neurológica del niño.

Por lo general la crisis de epilepsia sigue una secuencia que incluye:

  • apertura palpebral, posición de ojos que pueden estar fijos o desviados,
  • postura corporal rígida o flácida,
  • seguida de movimientos en parte o todo el cuerpo, el tiempo del movimiento es variable en segundos, minutos u horas.
  • Posteriormente, en la mayoría de los casos, se presenta un descanso reparador, conocido como pos ictal, de duración variable que por lo general es mayor que el tiempo de duración del movimiento o la secuencia desde la postura ocular hasta la corporal.

A mayor tiempo de duración del movimiento o del evento, mayor compromiso neurológico, por ello es importante diagnosticarla y tratarla oportunamente.

Si este evento ocurre solo una vez se considera crisis única, no requiere tratamiento medicamentoso.

Si se repite una segunda vez, se plantea el diagnóstico de epilepsia, se debe dar tratamiento. La gran ventaja en la edad pediátrica es que el niño, una vez se hace el diagnóstico, recibe el medicamento indicado, a la dosis adecuada, durante dos años y no repite crisis, se puede retirar el medicamento. En la edad adulta el tratamiento es por lo general de por vida.

Los exámenes auxiliares de electroencefalograma o neuroimagen (resonancia magnética de encéfalo), ayudan en el tratamiento o a precisar  la zona del cerebro donde se produce la descarga eléctrica que produce todo el evento descrito.

En todo el proceso se produce un agotamiento neuronal asociado a la descarga eléctrica por lo que el período pos crisis se acompaña de sueño, a veces de limitación motora que puede durar minutos u horas.

La epilepsia puede ser:

  • Generalizada —–> se mueve o compromete todo el cuerpo o
  • Focal —–> se mueve o compromete parte del cuerpo.

La decisión de iniciar tratamiento así como la elección del medicamento, depende de un especialista en neurología.

El efecto de los medicamentos, no es inmediato, pueden requerirse de 2 semanas para ver el efecto real del medicamento elegido. La dosis se va regulando según la respuesta del niño, el peso, los resultados de exámenes auxiliares (sangre o electroencefalograma).

La causa más frecuente de crisis en un paciente epiléptico es NO TOMAR EL MEDICAMENTO.

El pronóstico dependerá del control de las crisis. Por lo general un niño tiene el mismo tipo de crisis, si ésta varía puede ser un caso más complejo.

Si no hay alteración del desarrollo asociado a la epilepsia, el niño podrá tener una vida normal.

La epilepsia es menos frecuente que los TPNE, ocurre en 1,5 de cada 100 niños, sin embargo es muy frecuente en el mundo.

Vincent van Gogh (pintor), Fedor Dostoievski (escritor), Albert Einstein (científico) son grandes famosos con epilepsia.

 

Las crisis febriles, que serán motivo de otro artículo, no son epilepsia. Afectan a 3 de cada 100 niños neurológicamente sanos, es decir, normales. Se les consideran benignas. La clave en ese caso es prevenir y/o tratar la fiebre.

El niño con epilepsia puede tener una vida normal, con el control periódico especializado, podrá tener una inteligencia normal, a menos que la epilepsia esté asociada a retraso del desarrollo o aprendizaje.

 

 

Dr. José Moreno Calixto
Neurólogo Pediatra
Miembro Asociado SPP
Vocal del Comité de Orientación y Educación para padres

 

 

Mi primera consulta

Hoy me llevaron al pediatra por primera vez, es decir, será la primera que recuerdo pues de pequeñín me deben haber llevado muchas veces, y yo ni idea, ni lo recuerdo.

Tengo temor pues debo salir de la seguridad de mi hogar a un sitio desconocido.

No es a pasear o jugar, lo que me motivaría sin reservas, es para que me examinen.

¿A quiénes examinan?, pues mis padres me dicen que a personas sanas y enfermas.

Yo me siento sano, eso me tranquiliza, no debo preocuparme, pero si estoy bien, no entiendo ¿por qué debo ir?

Al llegar al consultorio había mucha gente, adultos y niños.

Quienes nos recibieron fueron muy amables, luego de registrarme, nos invitaron a pasar a sala de espera.

Me dijeron que atendían a niños, yo vi más adultos que niños: padres, abuelos, tíos, nanas…¡tantas personas por un niño!, había poco espacio en la sala de espera.

Foto Fuente: https://independiente.com.py/urgencias-pediatricas-saturadas-en-asuncion-y-central/

Los adultos hablaban, algunos niños dormían en brazos de sus madres, otros jugaban. La TV encendida en un programa infantil que casi ningún niño veía, eran más adultos viendo la TV…en cada persona hay algo de niño, me dijeron.

Algunos niños lloraban, eso me daba temor, especialmente si salían llorando del consultorio.

De pronto decían un nombre en voz alta, era el paciente que seguía en turno.

Me preguntaba: ¿qué le pasaría?, si salía ese niño llorando, ya no querría entrar,

Algunos niños preguntaban: ¿me van a pinchar?

¡Chispas! Eso si duele. Con más razón me quería ir. Me explicaron que eso hacen las enfermeras cuando te van a vacunar o poner una medicina, el personal de laboratorio cuando te sacan sangre o cuando te internan en un hospital porque estás muy enfermo.

¡No nos amenacen con esas experiencias negativas, sino no querremos ir al Pediatra!

Finalmente me llamaron, entré con temor. El médico preguntó mi nombre, me pesó, me talló y me midió la cabeza. Me examinó los oídos y garganta con una linterna, con una manguerita (estetoscopio) que unía los oídos del Pediatra a mí, revisó mi pecho y mi panza. Me tocó el pecho y la panza y terminó.

Todo salió bien, no había qué temer. Volveré confiado la próxima vez.

Entendí que, si me quedo quieto, me pueden ver los oídos sin echarme y si abro bien la boca y saco la lengua, no necesitará la paleta de madera para bajar mi lengua, lo cual me da asco.

La próxima vez colaboraré con el pediatra.

Ojalá a los otros niños les expliquen esto, seguro les irá mejor.

Buena experiencia la de mi primera consulta que recuerdo.

Gracias a todos quienes me atendieron ese día.

Recomendaciones:

  1. Preparen al niño antes de ir a la consulta. Explíquenle lo que le van a hacer para que él mismo colabore y haga más grata la visita.
  2. No amenacen al niño con que el Pediatra les va a pinchar o poner vacuna. Esa es labor de enfermería. En un primer momento el niño tendrá temor y rechazará ir, pero luego, se dará cuenta que la amenaza no es real y Uds como padres perderán autoridad ante su hijo. Él se dará cuenta que le están mintiendo.

Refuercen, feliciten o premien, su buen comportamiento. Corríjanlo en amor en caso contrario.

 

 

Dr. José Moreno Calixto
Neurólogo Pediatra
Miembro Asociado SPP
Vocal del Comité de Orientación y Educación para padres