Las rabietas, las pataletas y los berrinches

 

  • RABIAR: Estar muy enfadada y mostrarlo mediante gritos, gestos, etc.
  • PATALEAR: Mover las piernas o las patas rápidamente y con violencia.
  • BERREAR: Dar berridos un animal. Llorar fuerte y desaforadamente una persona, habitualmente un niño.

¿Por qué se presentan?

¿Cómo responder?

¿Son los “terribles dos años”?

Con más de 20 años trabajando con niños, muchas veces estuve frente a madres en el consultorio, quienes envueltas en llanto desconsolado me dijeron: “Gus, ya no puedo más, no sé qué hacer con mi hijo”. No son pocas las madres que me confesaron, también con lágrimas y profundo arrepentimiento, que pusieron a sus hijos bajo la ducha fría cuando el berrinche estaba en su punto máximo: “No sé por qué lo hice, pero ahora que lo confieso, me siento mejor”.

Lo cierto es que las rabietas se presentan en casi todos los niños, muchas veces suceden en lugares públicos, con gran, moderada o poca intensidad, y la vergüenza pasa a ser un elemento que empeora las cosas y hasta entorpece nuestra manera de responder. La gente observa, critica, murmura, y lejos de ayudar con la situación, generan que los padres reaccionen de manera inadecuada presos de las miradas de todos.

 

LAS RABIETAS: 

Son una expresión de rabia o ira producto de la frustración que sienten frente a sus limitaciones. Estas limitaciones consisten en no poder expresarse verbalmente, o no poder comprender en su totalidad las cosas. Del mismo modo, los niños pequeños no deciden lo que deben o pueden hacer, ni pueden hacer lo que desean a la perfección. Todo esto genera que estallen en rabia, y dependiendo de cual sea la expresión de ira, llevará un nombre específico:

  • Pataleta: sacudir violentamente las extremidades, usualmente se tiran al suelo (es más una expresión motora).
  • Berrinche: gritos y llantos muy fuertes y desaforados (es más una expresión sonora).
  • Agresión física: pueden agredir a otras personas, como a sus padres o hermanos, o a extraños, o también podrían auto-agredirse.
  • Expresión alimentaria: podría negarse a comer o regresar la comida de la boca.
  • Desafíos: podría hacer justamente eso que saben que tú no quieres que haga, y lo hará mirándote a los ojos.
  • Algunos niños se quedan simplemente inmóviles y en silencio.

En principio, los rabietas se presentan en la mayoría de niños, en mayor o menor intensidad, entre los 12 meses de edad hasta los 4 años aproximadamente. En este periodo, los niños que generalmente están empezando a caminar y a explorar el mundo, quieren intentar hacer de todo, excepto lo que los padres desean que hagan. Se está desarrollando la autonomía, están pasando de la dependencia de la infancia hacia la independencia de la niñez. De pronto sienten que, al tener autonomía de movimiento y mejor uso motor de su cuerpo, son capaces de hacer muchas cosas, y quieren hacerlo todo, sin embargo, son muy pequeños para entender los límites y, o en muchos casos, los peligros, o lo que es posible y lo que no. En inglés hay un término que define a este periodo: TODDLER, y que son justamente los niños pequeños que están aprendiendo a caminar o que ya lo hacen. La definición en rangos de edades para este término varía de acuerdo a la entidad que lo publica, pero generalmente empieza a los 12 meses de vida y termina entre los 3 o 4 años.

Por otro lado, los pequeños están recién empezando a desarrollar la autoconciencia o autocontrol emocional y no comprenden lo que significa controlarse a sí mismos emocionalmente. La capacidad de autocontrol necesita de la habilidad de formar imágenes mentales simbólicas de hechos pasados, conectarlas con lo que les han dicho que ejecuten, o lo que no deben hacer, y de esta manera pueda el niño monitorear su propia conducta. Por lo tanto, mientras más pequeño, más difícil será que se auto controle, o que entienda lo que debe o no debe hacer o pedir. Para lograr el autocontrol emocional entonces los niños deben alterar o demorar una acción sobre la base de la información recordada para adaptarse a lo que conocen como socialmente aceptado.

El autocontrol se logra a distintas edades en los niños, pero podríamos decir que aproximadamente entre los 3 a 4 años de edad la mayoría lo alcanza. Depende de muchos factores: el nivel de energía de cada niño, el temperamento, la maduración, el entorno familiar, la necesidad de exploración, que es diferente en cada niño, y la habilidad para la comprensión y expresión verbal, o sea, si ya pueden entender y expresarse con palabras. Toda esta incapacidad de auto-controlarse, asociada con la incapacidad de hablar, sobre todo en los más pequeños, es lo que los lleva a la frustración de no entender por qué no pueden hacer o recibir lo que están demandando, y es así como empiezan estás expresiones de frustración llamadas rabietas, pataletas, o berrinches.

 

¿CÓMO EMPIEZAN?

Obviamente, hay situaciones que van a aumentar el riesgo de una rabieta como, por ejemplo, si está cansado porque no durmió cuando debía, o si tiene hambre. También podrían suceder si se dio un cambio en su rutina, ya que eso aumenta notablemente la ansiedad en los niños, incluso en cualquier persona a toda edad.

En primer lugar, la clave, como siempre digo, más que solucionar un problema, es evitar que éste se produzca, por lo que debemos evitar situaciones de riesgo obviando salidas a la hora de la siesta o de la comida, o quizás llevando con ustedes una merienda. En segundo lugar, es vital entender que cuando un niño presenta una rabieta no está tratando de manipularnos, esa rabieta es la expresión final de todo un conjunto de hechos en los que nosotros estamos también involucrados. Está reflejando su falta de maduración, su incapacidad de hablar o de auto-controlarse, o quizás, nuestra falta de comprensión hacia ellos.

Es normal que las rabietas sucedan, y generalmente se producen porque de pronto los niños tienen un deseo, y no entienden la razón por la que no pueden ser correspondidos. En su mundo de niños pequeños nadie les explicó, o son incapaces de entender, que hay demandas imposibles de conceder como, por ejemplo, jugar a lanzar piedras a los cristales, o acercarse a la ventana de un piso 15, o quizás que les compres un juguete carísimo, o simplemente querer el juguete de alguien más. Sin embargo, a veces lo que los niños demandan son cosas muy simples, fáciles de proveer, y no tiene sentido imponer conductas de estricta disciplina para asuntos simples. A veces, se puede ceder.

Sí es importante establecer límites para cuestiones en las que la vida o la seguridad de los niños está comprometida, pero de tanto en tanto, podemos ceder un poquito, y otras definitivamente no. No existe una receta perfecta e infalible, y la razón es muy sencilla: no hay dos niños iguales, ni padres iguales a otros. Cada escenario es distinto y especial, y merece de nuestra observación, paciencia y comprensión. Así también, dependerá de la edad del niño, ya que como hemos visto, la edad y la maduración del pequeño es un factor determinante.

 

CONSEJOS PARA LIDIAR CON LAS PATALETAS:

En primer lugar, es importante dejar muy en claro que no existe una receta mágica e infalible para lidiar con las rabietas. Cada niño es diferente y cada familia tiene una realidad particular. Sin embargo, los siguientes consejos podrían ayudarte:

  1. No interrumpas una actividad de tu hijo, a menos que sea algo muy importante. Espera a que se produzca una pausa o que haya cambiado de foco de atención. A nadie le gusta ser interrumpido o que le corten algo que está haciendo con dedicación. Por más simple que parezca, lo que tu hijo está haciendo en ese momento es importante para él. Recuerda que el juego de los niños es tan importante para ellos como lo es tu trabajo para ti. Jugar es cosa seria y no debe ser interrumpido.
  2. Respeta el sueño y el hambre, son más importantes de lo que puedes imaginar, y muchas veces son determinantes para gatillar o potenciar una crisis.
  3. Si la pataleta ya empezó y es muy enérgica, no trates de calmarlo con igual o más energía. Lo único que lograrás es encender aún más su manifestación de frustración. Recuerda que el adulto eres tú y que tu hijo no comprende lo que está pasando. Trata de redireccionar toda esa energía hacia otra actividad, quizás hacia algo que desde ya sabes que él adora o disfruta hacer. Personalmente, durante la consulta, cuando los niños pequeños hacen una rabieta para no dejarse examinar, y patalean y gritan desaforadamente, prendo mi linterna e ilumino la pared. Empiezo a jugar con la luz dejando que me vea, pero fingiendo que no es con él. De pronto deja de llorar y lo único que quiere es que yo comparta la luz, quiere que le dé la linterna. Lo que logro es que ahora su deseo sea otro, uno que es simple, seguro y fácil de complacer. Él me pide la linterna, o me pide que juguemos juntos. Entonces, lo complazco y jugamos, y una vez que el foco de atención está en eso, se la entrego prestada y de esa manera le estoy regalando algo maravilloso: la autonomía (porque por fin alguien le hizo caso). Y sin que él se dé cuenta empiezo a examinarlo como parte del juego, y se ríe, y se divierte. No puedo apagar fuego con fuego, a veces es mejor usar toda esa energía a tu favor, como en un arte marcial llamado: Aikido.
  4. Cuando pasa el berrinche es necesario que abraces a tu hijo, debe sentirse seguro, porque no es algo positivo perder el control. Pero no debes cambiar las reglas iniciales, si ya habías dicho que era momento de irse a casa, seguirá siendo la hora de partir. Debes mantener una misma línea, para no llevar a tu hijo a la confusión.
  5. Cuando tengas que dar una orden de disciplina, procura que sea mejor una sugerencia, y que esté acompañada de una sonrisa o un abrazo, sin criticar, ni amenazar. Esto funciona a toda edad. ¿O es que acaso no nos gusta a todos ser tratados con amabilidad y afecto?
  6. Si la rabieta sucede en público, olvídate de lo que piensen los demás. Nadie está pensando mal, seguramente dirán: “pobre madre, ojalá pudiera ayudarla”, otros recordarán cuando sus hijos fueron pequeños y pasaron por lo mismo. Pero lo importante es que lo que está sucediendo es solamente un asunto tuyo y de tu hijo. No es que seas mala madre, tan sólo eres la mamá de un niño pequeño que está en proceso de maduración. Algunos estudios demuestran que lo que la gente juzga es tu manera de reaccionar, más no la rabieta en sí.
  7. A veces es mejor irte del lugar público en el que se generó la rabieta, cambiar el escenario podría ayudar, sin embargo, no es una norma. Insisto en que cada situación, cada niño, cada familia y cada madre/padre es distinta.
  8. Mientras más fuerte grite tu hijo, más suave debes hablar tú.
  9. Si estás yendo a un lugar donde supones que podría darse una pataleta (restaurante, consultorio, supermercado, etc.), durante el camino recuérdale a tu hijo la conducta que esperas de él, incluso puedes ofrecerle una recompensa si se comporta bien.
  10. Debes ser consistente en la disciplina, o sea, mantener siempre una misma línea, ser consecuente con lo que dices y lo que haces. Recuerda que los niños están madurando y no se les hace fácil comprender lo que tu cerebro de adulto asume como sencillo. Todo es nuevo y necesita reforzamientos.
  11. Recuerda que tu hijo no entiende de “vergüenzas en público”, no le digas: “¿qué dirá la gente que te mira?”, tampoco le digas que, si se sigue comportando así, el pediatra le aplicará una inyección (error fatal), así sólo lograrás aumentar el pánico a ir a la consulta, y aumentarán ese tipo de rabietas en la consulta.
  12. Recuerda que los adultos también tenemos pataletas cuando no nos complacen, o cuando no logramos hacer lo que queríamos. A pesar de nuestra edad y de nuestra madurez, ¿cuántas veces zapateamos, golpeamos la pared o lanzamos algo lejos? Muchas veces los adultos gritan, expresan palabras de alto calibre, ofenden, pelean, agreden a otras personas presos de frustración, incluso más que un pequeño de dos años. Y lo único que nos calmaría sería la comprensión, o que alguien nos dé contención. Si en el supermercado no te dan precio que viste al lado del producto y tus reclamos no son atendidos, seguramente arderás en furia, y lo único que te calmaría sería la llegada del gerente diciendo que TÚ tienes la razón. Pues bien, los niños pequeños no tienen tu capacidad de comprensión.
  13. Debes entender que tu hijo está tratando de comunicar sus ganas, deseos, gustos, necesidades, su energía, estado de ánimo, su desacuerdo, y la idea no es contrarrestar esa expresión, no puedes bloquear eso, pero tampoco permitir que dé rienda suelta a sus deseos. Se trata de respetar su individualidad a la vez que ejerces tu autoridad. Eres la madre o el padre, y tú tienes la autoridad. Tu edad y madurez puede diferenciar lo que está bien, lo que es peligroso, o lo que es posible. Hay demandas que no pueden ser satisfechas, hay deseos que deben ser explicados, y se debe mantener esa línea siempre. Pero también hay situaciones en las que puedes ceder de tanto en tanto, porque son cuestiones simples que no hacen la diferencia.
  14. Si respetas a tu niño, él respetará; si le enseñas, él aprenderá; si lo gritas, seguramente gritará después a los demás; si le mientes, formarás un niño que mienta y engañe. Explícale las cosas, dale razones, tómate el tiempo para que tu hijo entienda los motivos por los que no es posible conceder algo. Quizás la primera vez no resulte, pero no olvides que es un proceso, poco a poco, sumado a su maduración progresiva y constante, las cosas mejorarán.
  15. Se trata de promover la autonomía e independencia, la autoestima y el autocontrol de las emociones. No promuevas conductas desafiantes.
  16. El nacimiento de un hermanito es muchas veces el desencadenante. Es importante trabajar este punto.

Finalmente, recuerda que todo esto es temporal y que pronto será sólo un recuerdo. Piensa en tus rabietas actuales, en tus deseos no logrados, y en las decenas de veces que quisiste mandar todo a rodar y pudiste contenerte. Tu hijo no tiene tu madurez, entiéndelo, que aprenda de ti, de tu forma de actuar. No hay nada que el tiempo y tú no puedan lograr.

 

FUENTE:

  • Diane E. Papalia. Desarrollo Humano, 13ª. Edición, 2016. McGraw-Hill
  • Martin Stein et al. Temper Tantrums Impulsivity, and Aggression in a Preschool-Aged Boy. Pediatrics, Apr 2001, 107 (Suppl): 832-837
  • Healthy Children. Wendy Sue Swanson. Top Tips for Surviving Tantrums. American Academy of Pediatrics. Oct. 2018.
  • Nathaniel Beers. Managing Temper Tantrums. Pediatrics in Review. 2003, vol 24, issue 2.
  • Cleveland Clinic. Temper Tantrums. Oct. 2017.
  • Healthy Children. healthychildren.org. Toddler. 2020. American Academy of Pediatrics.
  • CDC, Centers for Disease Control and Prevention. Toddlers. 2020.

Dr. Gustavo Rivara Dávila
Pediatra-Neonatologo
Miembro Titular
de la Sociedad Peruana de Pediatría

Pautas para el buen uso del internet en la adolescencia

Sabías que el 72% de los niños y adolescentes peruanos de 6 a 17 años tienen acceso a internet y el adolescente que tiene conexión ilimitada a internet suele conectarse por más de 2 horas diarias a este, además se reporta que 1 de cada 3 adolescentes tiene uso problemático de internet y redes sociales.

8 de cada 10 padres reconocen que no hacen un seguimiento adecuado de sus hijos en el uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), además refieren que no tienen la misma capacidad de manejo de ellas como sus hijos.

El uso de las TIC trae beneficios en los adolescentes como facilidades para el aprendizaje, socialización con sus compañeros, mejora la creatividad, facilidad de la geolocalización, pero también puede traer riesgos por su uso inadecuado.

Esto se puede evitar si seguimos algunos consejos especiales:

  1. Normar el uso del internet: acordar espacios y tiempo de uso
  2. Enseñar con el ejemplo: las normas de convivencia son para todos los miembros de la familia
  3. Supervisar y conocer el uso que le da el adolescente a los TIC
  4. Conocer su círculo cibersocial
  5. Promover el deporte u otras actividades de ocio: centros recreativos, clubes juveniles, etc
  6. Colocar sistema de protección paterna para evitar el acceso a páginas no deseadas
  7. Recomendar no contestar mensajes de personas desconocidas

Los padres debemos estar atentos a cualquier cambio que notemos en nuestro hijo adolescente, recordando siempre que la comunicación con ellos es lo más importante

 

Dra. Isabel Gómez Bonett
Medica-Pediatra
Miembro titular de la SPP
Secretaria del Capítulo de Adolescencia de la SPP

Los medicamentos y la Lactancia

Es importante saber que, en la mayoría de los casos, cuando las madres toman medicamentos pueden, y deben, continuar con la lactancia. Lamentablemente, con mucha frecuencia, es una razón por la que se suspende la lactancia y, para colmo, por recomendación de un médico u otro profesional de la salud.

Si bien la mayoría de los medicamentos pasan a la leche, lo hacen en muy pequeñas cantidades, que no son dañinas para los bebés.

Son muy pocos los medicamentos que pueden causar algún problema al bebé o disminuir la producción de leche, además se usan infrecuentemente y muchas veces se pueden reemplazar por otros no dañinos o, en ocasiones, puede postergarse su uso hasta después de completar el periodo de lactancia.

Suspender la lactancia conlleva más riesgo que continuarla cuando la leche materna contiene una pequeña cantidad de algún medicamento.

Por ello, cuando se tienen dudas acerca del efecto de un determinado medicamento sobre el bebé, se debe consultar una fuente de información confiable. Una fuente de información muy completa y accesible es la página web e-lactancia.org, donde no sólo informan sobre fármacos sino sobre productos alternativos, hierbas, procedimientos, contaminantes, enfermedades maternas y del lactante, en base a la investigación científica y a las evidencias actuales. El prospecto que viene en el envase del medicamento es la fuente menos recomendable, ya que casi siempre dice que el fármaco no se debe usar durante la lactancia o que su uso acarrea algún peligro o, en el mejor de los casos, sugiere que consulte a su médico y, como dijimos al inicio, a veces es el médico quien suspende la lactancia porque no tiene la información precisa o porque cree que la lactancia y la alimentación con fórmula son equiparables.

Al suspender la lactancia y alimentar a los bebés con fórmula, se les deja de proporcionar los elementos necesarios para su óptimo crecimiento y desarrollo, tanto físico como emocional,  y los pone en riesgo de enfermedades como otitis, diarrea, neumonía, alergias, etc… y aún, años después del periodo de lactancia, los niños que fueron alimentados con fórmula cuando eran bebés, tienen más riesgo de esas mismas enfermedades y de otras condiciones, como obesidad, diabetes, leucemia, menor cociente de inteligencia, etc … y las madres también sufren más de diabetes tipo 2, presión arterial alta, cáncer de mama y cáncer de ovario. Todo eso ocurre porque la lactancia materna no es “una forma más”, ni ”la forma ideal”, de alimentar a los bebés, sino que es el mecanismo que la evolución ha creado y perfeccionado para que el ser humano inicie su desarrollo en forma óptima y para mantener a la madre más saludable, sin contaminar el ambiente.

Además, un destete brusco puede tener consecuencias emocionales, tanto en la madre como en el bebé, como inseguridad, tristeza, miedo, sensación de desapego, y causar congestión mamaria dolorosa.

En conclusión, cuando se enferma una madre que está amamantando, se debe evaluar si es necesario que tome un medicamento y, si es así, se debe elegir un fármaco compatible con la lactancia, lo cual no es difícil, porque la mayoría de los fármacos lo son; considerando que el amamantamiento es sumamente importante para madre y bebé, y que el destete precoz y la alimentación con fórmula conllevan grandes riesgos para ambos.

 

Milagro Raffo Neyra
Pediatra y Neonatóloga
RNE N° 3755

Normas para “Mal Educar” a su hijo

  1. Dele a su hijo, desde muy pequeño, todo lo que le pida y déjelo hacer todo lo que desea. Nunca le diga “NO”. No lo frustre innecesariamente ni limite sus posibilidades de exploración. Le puede crear algún trauma emocional. Así crecerá convencido de que el mundo le pertenece y nadie se lo puede negar.
  2. Cuando tenga dificultad en obtener un logro, ayúdele y hágalo por él, para que el pobre no sufra y porque para esto usted es su padre.
  3. No se esfuerce en ser un ejemplo para su hijo, total, nadie es perfecto.
  4. No cometa el error de pedirle disculpas si usted se equivoca, es una señal de debilidad y menoscabo de su autoridad.
  5. No se moleste en enseñarle sobre valores como solidaridad, gratitud, amor, respeto, fe, lo que es justo o no. Para eso usted lo ha puesto en un colegio. Que lo hagan sus profesores. Para eso les paga, y con lo caro que están los colegios ahora.
  6. No le reprenda nunca ni le diga que está mal si comete alguna falta de respeto, o algo que lo pone en peligro a él o alguien más. Podría lastimar su autoestima o crearle complejos de culpa.
  7. Recoja todo lo que deje tirado: ropa, zapatos, libros, juguetes, mochilas, cuadernos, ….ahórrele todo esfuerzo, no sea “demasiado” exigente, no sea que el pobre se canse o se angustie. Así crecerá sin responsabilidades, creerá que todos están a su servicio y se acostumbrará a que los demás hagan sus cosas por él.
  8. No le muestre cariño físicamente, no lo vaya a hacer débil o amanerado.
  9. Permita que su niño desarrolle una mente abierta y al tanto de las tendencias o avances así que déjelo ver televisión o navegar por internet todo el tiempo que quiera. Es una exigencia de la modernidad de estos tiempos. La lectura ya pasó de moda, eso era para nuestros tiempos.
  10. Y sobre todo, nunca dialogue con su hijo. Evite preguntarle ¿Cómo está? porque puede acostumbrarse a expresar sus emociones y lo que siente y esto lo puede hacer débil ante la sociedad. Deje que él resuelva solo sus problemas para que se haga “más fuerte” y no piense que las soluciones se buscan con el diálogo, porque evidentemente las cosas hay que conseguirlas por la fuerza.

“Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él”
(Proverbios 22:6)

Dr. Aníbal Del Águila Escobedo
Médico Pediatra
CMP 22628   RNE 14218
Miembro Titular de la SPP